lunes, 20 de diciembre de 2010

Sobre la reventa

El Descossío.10sep.2009.Sobre la reventa


Publicado en el periódico "El Día de Albacete", 10/09/2010

El espectáculo taurino (y II)

El Descossío.12sep.2009.EspectaculoII


Publicado en el periódico "El Día de Albacete", 12/09/2010

El espectáculo taurino

El Descossío.11sep.2009.Espectaculo


Publicado en el periódico "El Día de Albacete", 11/09/2010

SSeis Toros SSeis

  Curiosidades que tiene la vida, caballero. ¿Quién le iba a decir a Pepe Luis Vázquez, el “Sócrates de San Bernardo”, que su confirmación de la alternativa guardaría para la Historia una relación con la reunión que mantendrían tres días después el Generalísimo y el “Fuhrerísimo” en Hendaya?
  Aunque ya unos años antes el destino se había mostrado caprichoso en la mezcla de acontecimientos personales y nacionales: el maestro del barrio de San Bernardo (Sevilla) se vistió por primera vez de luces el día del Alzamiento Nacional, en Algeciras, lidiando becerros de Gallardo y alternando con Antonio Bienvenida. Tendría que esperar al final de la Guerra Civil para tomar la alternativa. Pepe Bienvenida, padrino, y Rafael Vega de los Reyes, testigo, le cedieron un toro negro que respondía al nombre de Sabiondo la tarde del 15 de agosto de 1940 en la Real Maestranza de Sevilla. Esa tarde demostró su valía. Matador de culto, el “Sócrates de San Bernardo” es paradigmático de la escuela sevillana por su querencia por el arte, el preciosismo y esa curiosa forma de interpretar el toreo. Dicen de él “que sus majestuosas verónicas a pies juntos, sus hondos naturales, citando con la muleta plegada y el soberbio pase de pecho componen una de las estampas más bellas de la tauromaquia de todos los tiempos”. Nunca tuvo problemas para plantarse delante de cualquier animal. Aunque éste fuese el mismísimo Reichführer (Comandante en Jefe) de las SS Heinrich Himmler.
Himmler dirigía las SS, un cuerpo independiente de policía que llevó a cabo los trabajos más sucios y sangrientos de los nacionalsocialistas (desde la “Noche de los Cuchillos Largos” a la gestión de los campos de concentración pasando por el control sobre la pureza racial intermatrimoniales), y por tanto era el encargado de seguridad de Hitler. Como tal, viajó unos días antes a España para supervisar todos los preparativos relacionados con la reunión que Franco y Hitler mantendrían el 23 de octubre en Hendaya (Francia). Visitó San Sebastián, Burgos, Toledo (donde el General Moscardó le contó la batalla que allí se libró el verano del 36), Madrid y Barcelona. En ésta última, le dio tiempo a que le robaran la cartera, darse un baño de masas en la plaza de Sant Jaume y buscar indicios sobre el Santo Grial (como suena) en el monasterio de Montserrat. Ramón Serrano Suñer, a la sazón Ministro de Asuntos Exteriores, fue el encargado de recibirle con todos los honores en la Estación del Norte de la capital. La comitiva le condujo hasta “El Pardo” donde tuvo una breve reunión con Franco para ultimar detalles. La hospitalidad del régimen le invitó a presenciar por la tarde una corrida de toros. El Reichfürer de las SS no se mostró demasiado apasionado con la idea pero aceptó acudir por protocolo y por curiosidad. 


  Era la tarde de un nublado 20 de octubre de 1940. El “Sócrates de San Bernardo” confirmaba alternativa dos meses después de tomarla. Se lidiaban toros madrileños de Bernardo Escudero y salmantinos de Manuel Arranz. En presencia de Rafael Ortega “El Gallito”, Pepe Luis Vázquez se confirmó de manos de su padrino Marcial Lalanda. Y bordó su primer toro, de nombre Carboreño, demostrando a Las ventas (engalanada de cruces gamadas para la ocasión) que ahí había torero. No se lo quiso perder ni la lluvia. A causa de la misma tuvieron que suspender la lidia tras el tercer toro. Resguardados de la lluvia y cabreados con el tiempo, a los toreros se les ofreció subir a conocer a las autoridades alemanas a las que se les estaba dedicando el festejo, como señalaba el cartel. El maestro Vázquez preguntó entonces a Himmler si le estaba gustando la corrida. Himmler se sinceró ante el matador y le informó que había vomitado durante el tercero al ver el sufrimiento y la sangre del animal. Observó que no entendía cómo podía gustarle a los españoles un espectáculo tan sangriento. Pobrecito, era un corazón sensible. De todos modos, condecoró a los toreros con unas bonitas medallas alemanas. Un subalterno preguntó a Lalanda qué le parecían y éste respondió: “Está bien, pero donde se pongan dos orejas, un rabo y salir a hombros por la puerta grande... ¡las medallas pa´ la Virgen!”.


Publicado en el periódico "El Día de Albacete"